16 de mayo de 2012
El barco que nunca llegó
ABRAHAM LINKEWER
El Nuevo Dia
El 12 de diciembre de 1941, un barco griego, construido en 1867, al mando de un capitán búlgaro y bajo bandera panameña, salió del Puerto de Constanza, Rumania, con una carga humana de 769 judíos europeos que intentaban evitar el Holocausto nazi, con rumbo a la tierra prometida, en ese entonces Palestina, bajo dominio británico. Habían presenciado las masacres de judíos en Besarabia y Bukovina y huían de la Gestapo.
El Struma, un barco metálico, corroído por el tiempo y la falta de mantenimiento, había sido transporte de ganado. Con sólo un baño y sin cocina. Hacía su primera escala en Estambul; tardaron tres días en un viaje que se realizaba en 14 horas. Su viejo motor siempre dañado. Llegados allí, los certificados de inmigración que los británicos les habían prometido, les fueron negados. Quedaba un solo camino y era tratar de entrar ilegalmente a Palestina.
El gobierno turco no les permitió anclar ni que se les proveyera agua y comida, y la alternativa de retornar a Rumania estaba siendo considerada. El gobierno se los negó. No los querían allí…
Quedaron anclados fuera del puerto por diez semanas totalmente aislados, muchos enfermos. El gobierno turco les anunció que si no tomaban una decisión hacia donde ir para el viernes 16 de febrero, remolcarían el Struma de regreso al Mar Negro.
El gobierno inglés, por ningún motivo permitió la entrada de inmigrantes judíos a Palestina, pero anunció que niños entre los once y dieciséis años podrían emigrar. Sabían que eso no iba a ser posible, porque deberían desembarcarlos en Turquía para hacer su viaje y los turcos lo prohibieron. Ningún niño pudo bajar del Struma.
Vencido el plazo, una semana después, el 23 de febrero de 1942, la policía turca abordó el barco e informó al capitán que serían removidos del lugar, remolcados si fuera necesario porque aún no se había reparado su motor. Tampoco quedaba agua potable ni combustible a bordo. Los pasajeros trataron de poner alguna resistencia, pero débiles y enfermos, no lograron quebrar a los turcos.
El Struma fue remolcado a seis millas de la costa y allí quedó a la deriva. En esos momentos, las esperanzas de esos 769 judíos perseguidos, rechazados y despreciados por todos, hombres, mujeres y niños, que soñaron con llegar a la tierra prometida, entendieron que sus ilusiones se esfumaban en ese tenebroso y desconocido horizonte en el que los dejaron abandonados.
Según surgió de documentos rescatados, el capitán del submarino soviético SC-213, Dimitri Mahelovich, revisó su Carta de instrucciones y, sin mayores reparos, ordenó a su primer oficial disparar un torpedo contra aquel barco a la deriva… y hundirlo. Sabía cuál era su carga…
En par de horas, ese desvencijado Struma explotó y se hundió: sólo a un sobreviviente recogió la marina turca que salió a hacer un salvataje luego de varias horas de verlo hundirse.
Ciento tres bebés y niños perecieron allí ese 24 de junio de 1942 por la decisión de unos aliados, que completaron la tarea de los nazis. Un total de 768 quedaron allí, su esperanza ahogadas en mares extraños.
Los alemanes los habían perseguido, los turcos les impidieron anclar, los ingleses odiaron a su raza y finalmente los rusos los acabaron.
Esta historia no es muy conocida, la vergüenza de tantos la ha escondido, minimizada quizás ante un Holocausto de seis millones de víctimas.
Otra de tantas tragedias de esa horrible Guerra, que oramos porque no se repita.
El mundo y sus gobernantes, ¿habrán acaso aprendido su lección?