El hombre en la calle, 1948
"San Juan, Puerto Rico 8 de marso de 1947
Qerida bieja:
Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo igual que el alministrador de la central allá.
La ropa aquella que quedé de mandale, no la he podido comprar pues qiero buscarla en una de las tiendas mejóres. Dígale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandarselo a uste, mamá.
El otro dia vi a Felo el ijo de la comai Maria. El también está travajando pero gana menos que yo. Es que yo e tenido suerte.
Bueno, recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la qiere y le pide la bendision,
Juan"
Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel arrugado y lleno de borrones y se lo guardó en un bolsillo del pantalón. Caminó hasta la estación de correos más cercana, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Contrajo la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha abierta.
Cuando reunió los cinco centavos necesarios, compró el sobre y la estampilla y despachó la carta.
"San Juan, Puerto Rico 8 de marso de 1947
Qerida bieja:
Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo igual que el alministrador de la central allá.
La ropa aquella que quedé de mandale, no la he podido comprar pues qiero buscarla en una de las tiendas mejóres. Dígale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandarselo a uste, mamá.
El otro dia vi a Felo el ijo de la comai Maria. El también está travajando pero gana menos que yo. Es que yo e tenido suerte.
Bueno, recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la qiere y le pide la bendision,
Juan"
Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel arrugado y lleno de borrones y se lo guardó en un bolsillo del pantalón. Caminó hasta la estación de correos más cercana, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Contrajo la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha abierta.
Cuando reunió los cinco centavos necesarios, compró el sobre y la estampilla y despachó la carta.
José Luis González
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