18 de noviembre de 2012
La estadidad como carnada
Las cosas por su nombre
Benjamín Torres Gotay
El momento estaba como para levantar los brazos al cielo, dar gracias al
altísimo, abrazarse, llorar de la alegría, bailar y saltar agarrados de manos,
hacer sonar los fuegos artificiales, los platillos y las fanfarrias, dejar caer
la lluvia de confetis multicolores y exclamar a coro “!llegamos!”: por
primera vez desde que alguien tuvo la idea hace más de 100 años, la estadidad
había ganado una consulta de status en Puerto Rico.
Ese momento, la noche del 6 de noviembre de 2012, pudo o debió haber sido el cénit en la historia del Partido Nuevo Progresista (PNP), fundado por el exgobernador Luis A. Ferré en el 1968 con el fin específico de lograr la admisión de Puerto Rico como estado de Estados Unidos. La meta aún estaba lejos, pero se había dado un paso monumental al lograr que, por primera vez, los electores avalaran en las urnas una petición de estadidad.
El ánimo, en cambio, era de velorio: caras largas, llanto y no de alegría, recriminaciones por lo bajo y miradas de soslayo. En las afueras de la sede del PNP en Hato Rey, donde se había erigido una tarima para la celebración, solo quedaron la basura, el asfalto humedecido por algunas lloviznas impertinentes y un viento lúgubre.
Habían perdido las elecciones, es cierto. El gobernador Luis Fortuño, la mayoría de los legisladores y algunos importantes alcaldes, incluyendo el de San Juan, Jorge Santini, fueron expulsados de sus puestos. Pero, si se da por cierta la narrativa de PNP, eso es lo de menos. Su objetivo fundamental, siempre dijeron, es lograr la estadidad, no “administrar la colonia”, según la frase que usan a menudo.
Quedaron ahí desnudos. Se fueron en desbandada. Fortuño, quien sigue siendo el presidente del PNP, anda por Las Vegas casándose otra vez, tras enviar una cartita a la Casa Blanca. A Santini, el vicepresidente, solo se le ha visto salir a llorar en público su derrota. Jennifer González, la segunda vicepresidenta, ha estado en un silencio sepulcral. Algunos alcaldes han dicho que van a estudiar la derrota. U olvidaron, o nadie les ha dicho, o no les importa, que la estadidad, su razón de ser, ganó.
Hay varias maneras de interpretar esto.
El PNP puede decir que no está en el poder. Pero tienen al comisionado residente, Pedro Pierluisi y, además, en ningún sitio está escrito que hay que ser gobierno para pedir el boleto de admisión. El dinero, que lubrica cualquier desplazamiento en Washington, lo tienen. A menos, y disculpen la ingenuidad, si la hubiera, que los empresarios que dieron decenas de miles al PNP lo hicieran con el presupuesto de la colonia, y no la igualdad, en el corazón.
Puede también que ahora que le hayan cogido el miedo al bulto. Es posible que estén empezando a atisbar la durísima realidad: mientras aquí hay gente que vive, sueña y respira estadidad, en Washington el tema es uno más en una larguísima lista. Hay, por ejemplo, congresistas en los que recaería la gravísima tarea de evaluar algo tan trascendental como el destino de un pueblo, confesando que es ahora que están “acercándose al tema”.
Incluso podrían estar temiendo que explicar el resultado resulte complicado. La estadidad ganó la consulta, sin duda. 824,195 votos, versus 444,679 del ELA Soberano y 74,812 de la independencia. Esa es la interpretación simple y llana que se desprende del resultado.
Pero las interpretaciones no pueden darse en el vacío y cuando se cuentan las 480,918 papeletas en blanco – la estrategia que impulsaba el liderato popular – el resultado acusa una variación: 930,597 entre ELA Soberano y papeletas en blanco, versus los 824,195 de la estadidad. Esa va a ser, apúntenlo, la excusa de ocasión de Washington para no actuar, a pesar del contundente resultado, y este no sujeto a interpretaciones exóticas de ningún talante, de que el “No” a la colonia derrotó al “Sí” por margen de 54% a 46%.
A quienes no sorprende la actitud del PNP es a los estadistas de la periferia, quienes viven con la cantaleta de que el partido usa la estadidad solo como canto de sirena atraer a su redil a los que viven soñándola, ganar elecciones y obtener acceso al tesoro más preciado de este país: el presupuesto de la colonia.
Ya veremos si, con todos sus justos miedos, meten el pie al helado charco ya mismito o esperan a estar más cerca de las elecciones, cuando todo se paraliza en Washington y acá se les puede imputar, de nuevo, que están usando el ideal como carnada para ganar elecciones. Ya veremos.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)
http://www.elnuevodia.com/blog-la_estadidad_como_carnada-1388369.html +
Ese momento, la noche del 6 de noviembre de 2012, pudo o debió haber sido el cénit en la historia del Partido Nuevo Progresista (PNP), fundado por el exgobernador Luis A. Ferré en el 1968 con el fin específico de lograr la admisión de Puerto Rico como estado de Estados Unidos. La meta aún estaba lejos, pero se había dado un paso monumental al lograr que, por primera vez, los electores avalaran en las urnas una petición de estadidad.
El ánimo, en cambio, era de velorio: caras largas, llanto y no de alegría, recriminaciones por lo bajo y miradas de soslayo. En las afueras de la sede del PNP en Hato Rey, donde se había erigido una tarima para la celebración, solo quedaron la basura, el asfalto humedecido por algunas lloviznas impertinentes y un viento lúgubre.
Habían perdido las elecciones, es cierto. El gobernador Luis Fortuño, la mayoría de los legisladores y algunos importantes alcaldes, incluyendo el de San Juan, Jorge Santini, fueron expulsados de sus puestos. Pero, si se da por cierta la narrativa de PNP, eso es lo de menos. Su objetivo fundamental, siempre dijeron, es lograr la estadidad, no “administrar la colonia”, según la frase que usan a menudo.
Quedaron ahí desnudos. Se fueron en desbandada. Fortuño, quien sigue siendo el presidente del PNP, anda por Las Vegas casándose otra vez, tras enviar una cartita a la Casa Blanca. A Santini, el vicepresidente, solo se le ha visto salir a llorar en público su derrota. Jennifer González, la segunda vicepresidenta, ha estado en un silencio sepulcral. Algunos alcaldes han dicho que van a estudiar la derrota. U olvidaron, o nadie les ha dicho, o no les importa, que la estadidad, su razón de ser, ganó.
Hay varias maneras de interpretar esto.
El PNP puede decir que no está en el poder. Pero tienen al comisionado residente, Pedro Pierluisi y, además, en ningún sitio está escrito que hay que ser gobierno para pedir el boleto de admisión. El dinero, que lubrica cualquier desplazamiento en Washington, lo tienen. A menos, y disculpen la ingenuidad, si la hubiera, que los empresarios que dieron decenas de miles al PNP lo hicieran con el presupuesto de la colonia, y no la igualdad, en el corazón.
Puede también que ahora que le hayan cogido el miedo al bulto. Es posible que estén empezando a atisbar la durísima realidad: mientras aquí hay gente que vive, sueña y respira estadidad, en Washington el tema es uno más en una larguísima lista. Hay, por ejemplo, congresistas en los que recaería la gravísima tarea de evaluar algo tan trascendental como el destino de un pueblo, confesando que es ahora que están “acercándose al tema”.
Incluso podrían estar temiendo que explicar el resultado resulte complicado. La estadidad ganó la consulta, sin duda. 824,195 votos, versus 444,679 del ELA Soberano y 74,812 de la independencia. Esa es la interpretación simple y llana que se desprende del resultado.
Pero las interpretaciones no pueden darse en el vacío y cuando se cuentan las 480,918 papeletas en blanco – la estrategia que impulsaba el liderato popular – el resultado acusa una variación: 930,597 entre ELA Soberano y papeletas en blanco, versus los 824,195 de la estadidad. Esa va a ser, apúntenlo, la excusa de ocasión de Washington para no actuar, a pesar del contundente resultado, y este no sujeto a interpretaciones exóticas de ningún talante, de que el “No” a la colonia derrotó al “Sí” por margen de 54% a 46%.
A quienes no sorprende la actitud del PNP es a los estadistas de la periferia, quienes viven con la cantaleta de que el partido usa la estadidad solo como canto de sirena atraer a su redil a los que viven soñándola, ganar elecciones y obtener acceso al tesoro más preciado de este país: el presupuesto de la colonia.
Ya veremos si, con todos sus justos miedos, meten el pie al helado charco ya mismito o esperan a estar más cerca de las elecciones, cuando todo se paraliza en Washington y acá se les puede imputar, de nuevo, que están usando el ideal como carnada para ganar elecciones. Ya veremos.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)
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