jueves, 17 de mayo de 2012

Rechazo a entrada a puerto de barco con judíos

16 de mayo de 2012

El barco que nunca llegó

ABRAHAM LINKEWER 
El Nuevo Dia
 
Historias tras historias, los horrores de la última Guerra nos han llegado. Algunos escondidos y aún pendientes de que alguien pida perdón por ellos. La tragedia del Struma, una pérdida en el recuento de la ignominia, refleja no sólo la fatalidad de los hechos, sino también el odio racial de los aliados durante la guerra.

El 12 de diciembre de 1941, un barco griego, construido en 1867, al mando de un capitán búlgaro y bajo bandera panameña, salió del Puerto de Constanza, Rumania, con una carga humana de 769 judíos europeos que intentaban evitar el Holocausto nazi, con rumbo a la tierra prometida, en ese entonces Palestina, bajo dominio británico. Habían presenciado las masacres de judíos en Besarabia y Bukovina y huían de la Gestapo.

El Struma, un barco metálico, corroído por el tiempo y la falta de mantenimiento, había sido transporte de ganado. Con sólo un baño y sin cocina. Hacía su primera escala en Estambul; tardaron tres días en un viaje que se realizaba en 14 horas. Su viejo motor siempre dañado. Llegados allí, los certificados de inmigración que los británicos les habían prometido, les fueron negados. Quedaba un solo camino y era tratar de entrar ilegalmente a Palestina.

El gobierno turco no les permitió anclar ni que se les proveyera agua y comida, y la alternativa de retornar a Rumania estaba siendo considerada. El gobierno se los negó. No los querían allí…

Quedaron anclados fuera del puerto por diez semanas totalmente aislados, muchos enfermos. El gobierno turco les anunció que si no tomaban una decisión hacia donde ir para el viernes 16 de febrero, remolcarían el Struma de regreso al Mar Negro.

El gobierno inglés, por ningún motivo permitió la entrada de inmigrantes judíos a Palestina, pero anunció que niños entre los once y dieciséis años podrían emigrar. Sabían que eso no iba a ser posible, porque deberían desembarcarlos en Turquía para hacer su viaje y los turcos lo prohibieron. Ningún niño pudo bajar del Struma.

Vencido el plazo, una semana después, el 23 de febrero de 1942, la policía turca abordó el barco e informó al capitán que serían removidos del lugar, remolcados si fuera necesario porque aún no se había reparado su motor. Tampoco quedaba agua potable ni combustible a bordo. Los pasajeros trataron de poner alguna resistencia, pero débiles y enfermos, no lograron quebrar a los turcos.

El Struma fue remolcado a seis millas de la costa y allí quedó a la deriva. En esos momentos, las esperanzas de esos 769 judíos perseguidos, rechazados y despreciados por todos, hombres, mujeres y niños, que soñaron con llegar a la tierra prometida, entendieron que sus ilusiones se esfumaban en ese tenebroso y desconocido horizonte en el que los dejaron abandonados.

Según surgió de documentos rescatados, el capitán del submarino soviético SC-213, Dimitri Mahelovich, revisó su Carta de instrucciones y, sin mayores reparos, ordenó a su primer oficial disparar un torpedo contra aquel barco a la deriva… y hundirlo. Sabía cuál era su carga…

En par de horas, ese desvencijado Struma explotó y se hundió: sólo a un sobreviviente recogió la marina turca que salió a hacer un salvataje luego de varias horas de verlo hundirse.

Ciento tres bebés y niños perecieron allí ese 24 de junio de 1942 por la decisión de unos aliados, que completaron la tarea de los nazis. Un total de 768 quedaron allí, su esperanza ahogadas en mares extraños.

Los alemanes los habían perseguido, los turcos les impidieron anclar, los ingleses odiaron a su raza y finalmente los rusos los acabaron.

Esta historia no es muy conocida, la vergüenza de tantos la ha escondido, minimizada quizás ante un Holocausto de seis millones de víctimas.

Otra de tantas tragedias de esa horrible Guerra, que oramos porque no se repita.

El mundo y sus gobernantes, ¿habrán acaso aprendido su lección?

Los judíos: rechazados en Cuba, acogidos en República Dominicana


El refugio en Latinoamérica

Hotel Royal, sede de la Conferencia de Evian sobre refugiados judíos de la Alemania nazi. Evian-les-Bains, Francia, julio de 1938.
Hotel Royal, sede de la Conferencia de Evian sobre refugiados judíos de la Alemania nazi. Evian-les-Bains, Francia, julio de 1938.
— National Archives and Records Administration, College Park, Md.
La mayor parte de los países latinoamericanos permaneció relativamente abierta a los inmigrantes desde 1918 a 1933. Después de la toma de poder de los nazis en Alemania, sin embargo, cuando la búsqueda de refugio se intensificó, la resistencia tanto popular como oficial a aceptar a los judíos europeos y a otros extranjeros aumentó. Entre 1933 y 1945, los gobiernos latinoamericanos permitieron inmigrar oficialmente a solamente 84.000 refugiados judíos, menos de la mitad del número que habían autorizado a entrar durante los quince años anteriores. Otros entraron en estos países a través de cauces ilegales.

La negativa de los países latinoamericanos a ofrecerles ingreso a más refugiados judíos provenía de varias causas. El antisemitismo creciente era sin duda una razón, tal como el temor a la competencia económica. En ciertos casos, había resentimiento por el hecho de que algunos refugiados judíos que habían entrado bajo la condición de hacer trabajos agrícolas luego fueron a parar en las ciudades. Además, la simpatía de algunos latinoamericanos de descendencia alemana por la ideología nazi y las teorías raciales también contribuyó al creciente antisemitismo.

Durante la Gran Depresión, lideres políticos y gobiernos por toda la región explotaron la crisis económica para desarrollar bases populistas. Las políticas de gobernantes como Getulio Vargas (Brasil), Roberto Ortiz (Argentina), Arturo Alessandri (Chile), Lazaro Cardenas (México), y Fulgencio Batista (Cuba) muestran esta tendencia, que fomentó el desarrollo de partidos políticos anti-inmigrantes o plataformas y fuertes campañas en la prensa contra las leyes de inmigración. Estas actitudes fueron reflejadas en leyes de inmigración cada vez más estrictas que fueron introducidas por toda Latinoamérica a fines de los 1930 (México en 1937; Argentina en 1938; Cuba, Chile, Costa Rica, Colombia, Paraguay y Uruguay en 1939). Los resultados de estas leyes fueron asombrosos. Argentina, que había permitido entrar a 79.000 inmigrantes judíos entre 1918 y 1933, solo admitió oficialmente a 24.000 entre 1933 y 1943. Otros 20.000 judíos entraron a la Argentina ilegalmente, cruzando la frontera desde países vecinos. Brasil permitió entrar a 96.000 inmigrantes judíos entre 1918 y 1933, pero solamente a 12.000 entre 1933 y 1941.

En este clima, las autoridades cubanas se negaron a permitirle la entrada a la mayoría de los pasajeros del barco St. Louis cuando atracó en La Habana en mayo de 1939. Aunque el St. Louis llevaba un número inusualmente alto de posibles inmigrantes y los medios de comunicación prestaron mucha atención al asunto, el incidente no fue aislado. Pasajeros de los barcos Orduña, Flandre, y Orinoco se encontraron en situaciones similares. En noviembre de 1941, el gobierno alemán prácticamente cortó el movimiento de refugiados judíos hacia Latinoamérica cuando prohibió toda emigración judía de los territorios bajo su control.
Los no judíos encontraron que era más fácil emigrar a algunos países latinoamericanos. México permitió entrar a solamente 400 refugiados judíos entre 1933 y 1945, pero expidió por lo menos 16.000 visas de inmigración a refugiados republicanos españoles entre 1938 y 1945, y más de 1.400 visas a refugiados católicos polacos entre 1939 y 1941. Brasil propuso tomar varios miles de refugiados no judíos de Finlandia y de territorios bajo control alemán, incluyendo católicos definidos como “no arios” bajo el sistema de clasificación racial de los nazis.

Había excepciones a esta fría acogida. En la Conferencia internacional de Evian sobre la crisis de los refugiados, el Presidente Rafael Leonidas Trujillo ofreció admitir hasta 100.000 judíos a la República Dominicana. El gobierno dominicano posteriormente donó tierra en Sosuá, una ciudad sobre la costa norte de la isla, para el establecimiento de un asentamiento agrícola judío. A pesar del apoyo del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y de la inversión de una cantidad de dinero considerable por parte de judíos en los Estados Unidos, la República Dominicana dejó entrar a solamente 645 judíos desde 1938 a 1945 y la población de la colonia de Sosuá llego a su pico con 476 residentes en 1943. Sin embargo, las autoridades dominicanas expidieron alrededor de 5.000 visas a judíos europeos entre 1938 y 1944, aunque la mayoría de los destinatarios nunca echaron raíces en la República Dominicana. Ello no obstante, estos documentos fueron fundamentales para permitirles huir de la Europa ocupada por los nazis.
Menos conocida es la entrada de más de 20.000 refugiados judíos entre 1938 y 1941 a Bolivia. Fundamentales en esta iniciativa fueron los esfuerzos de Mauricio (Moritz) Hochschild, un magnate minero judío-alemán que controlaba un tercio de la producción mineral en Bolivia y que tenía lazos políticos con el presidente boliviano Germán Busch. Después de la Guerra del Chaco contra Paraguay (1932-1935), Busch trató de estimular la economía boliviana dejando entrar a inmigrantes europeos. Hochschild usó esta oportunidad para facilitar un movimiento regular de inmigrantes judíos alemanes y austriacos, que consiguieron visas a través de cinco consulados bolivianos en Europa (Zurich, Paris, Londres, Berlín, y Viena). Los refugiados llegaban por barco a Arica, Chile, de donde eran llevados por tren hasta La Paz, Bolivia, en lo que vino a ser llamado el Express Judío. Con la ayuda del Comité Judío Americano para la Distribución Conjunta, con sede en los Estados Unidos, Hochschild creó instalaciones para los inmigrantes, muchos de los cuales posteriormente cruzaron ilegalmente por las fronteras porosas de Bolivia a países vecinos, especialmente Argentina. (La Sociedad de Protección a los Inmigrantes Israelitas, o SOPRO, creada por Hoschschild, tenía oficinas en La Paz, Cochabamba, Potosí, Sucre, Oruro, y Tarija.)

Después que la Alemania nazi y sus colaboradores del Eje empezaron a llevar a cabo el asesinato masivo de los judíos europeos en 1941, algunos gobiernos latinoamericanos expidieron pasaportes, visas, y documentos de ciudadanía a través de sus legaciones europeas. Estos documentos jugaron un papel importante en el rescate de judíos, aunque muchos nunca llegaron a los países que expidieron los documentos. Sin embargo, estos documentos a menudo les permitieron empezar su viaje a un lugar seguro. Empezando en 1942, El Salvador expidió hasta 20.000 pasaportes disponibles a judíos bajo ocupación nazi a través su Cónsul General en Ginebra, José Arturo Castellanos. Estos pasaportes fueron especialmente útiles para salvar vidas en Budapest en 1941, cuando los judíos húngaros eran la última comunidad judía intacta en la Europa ocupada.
Latinoamérica era un destino importante para muchos sobrevivientes del Holocausto. Más de 20.000 refugiados judíos inmigraron a la región entre 1947 y 1953. Su destino primario era Argentina, que vino a ser el hogar de por lo menos 4.800 sobrevivientes del holocausto. Otros se asentaron en Brasil, Paraguay, Uruguay, Panamá y Costa Rica, entre otros países.