miércoles, 24 de septiembre de 2014

No nos convirtamos en un país ignorante

24 de septiembre de 2014

No nos convirtamos en un país ignorante

Por José L. Bolívar Fresneda / Síndico, Fundación por la Arquitectura




Caminaba hacia la biblioteca pública de la ciudad de Nueva York. Había recibido una comunicación de que habría varias actividades durante el fin de semana; presentaciones de libros y charlas con los autores, muchos de estos puertorriqueños que habían emigrado. Me detuve ante el impresionante edificio observando la multitud que se desplazaba en la entrada.

Sabía que regresaría a Puerto Rico próximamente. ¿Dónde estaba la biblioteca pública de la ciudad de San Juan?, me preguntaba. ¿Por qué no existían instituciones como la que vi en Nueva York? ¿A qué se debe que estos autores tengan que emigrar de nuestro país?

Al forjar estas preguntas me acordaba de incidentes con compañeros y familiares que han intentado en más de una ocasión auscultar la posibilidad de escribir un libro, y verse frustrados por la falta de recursos y, hasta cierto punto, de interés.

Veamos. Durante una entrevista que me hiciera El Nuevo Día mientras presentaba uno de mis libros, me preguntaron las razones por las cuales se publicaban tan pocos libros en Puerto Rico. No pretendo aquí dar una cátedra de razones, pero basta con mencionar algunas.

Desde el punto de vista académico, las universidades de prestigio en Estados Unidos requieren que sus profesores publiquen en revistas académicas. Les proporcionan abundante tiempo libre para investigar; algo inimaginable para los de aquí.

Asumamos que a pesar de todo, y luego de miles de horas de trabajo, se preparó el libreto. ¿Dónde se encuentran los recursos para publicarlo? Ayuda proveniente de entidades públicas como, por ejemplo, el historiador de Puerto Rico y no benéficas, como la Fundación Luis Muñoz Marín, han visto una disminución marcada en sus finanzas. Esto disminuye la cantidad de recursos que podrían usarse para sufragar una publicación. Por otro lado, una tienda no es una opción para la venta de libros; e intentar venderle al Departamento de Educación es, bueno, algo agotador.

Así, descartamos el talento que tanto abunda en esta isla, negando a los que deseen compartir sus conocimientos. Descartamos de igual manera estos talentos al no proveer lugares de reposo intelectual, como los hay en otras ciudades, no sólo en Nueva York.

Somos un país de muchísimo intelecto. Sin embargo, sin libros ni espacios para disfrutarlos nos estaremos convirtiendo en un país de limitados e ignorantes.

www.joselbolivar.com

Alumbar un país por Arturo Massol Deyá / Casa Pueblo de Adjuntas

24 de septiembre de 2014

Alumbrar un país

Por Arturo Massol Deyá / Casa Pueblo de Adjuntas y profesor del Recinto Universitario de Mayagüez
Mantener al País alumbrado, o sea, prender medio millón de postes noche tras noche en carreteras y espacios públicos nos costó $112 millones en el 2012, según el informe auditado de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE). Ni los municipios ni la Autoridad de Carreteras pagaron la factura. Tal vez por eso da igual si están prendidos durante el día o si hay demasiados. Tampoco parece ser demasiado importante si están estratégicamente ubicados ofreciendo un buen servicio social o si están para alumbrar a particulares. Mucho menos el tipo de bombilla que utilizan ni su eficiencia energética.

El gasto por alumbrado público representa otro subsidio más que se les transfiere a los abonados de la AEE. Si la aportación por este renglón se divide entre todos de igual manera, cada factura arrastra una carga de $8.50 mensualmente.

Tiempo atrás, ingenieros del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) iniciaron una campaña educativa para que se sustituyeran las bombillas del hogar, de incandescentes al tipo fluorescente que son 75% más eficientes. Este simple ajuste provocaría una reducción sustancial en el consumo energético colectivo. Muchos hicimos el ajuste, menos el gobierno que se ha hecho el desentendido.

La inmensa mayoría de los postes instalados en Puerto Rico operan con lámparas de descarga de sodio de alta presión que consumen unos 200 vatios. Entonces, ¿cómo podríamos alumbrar al País de manera alterna mientras atendemos este subsidio? Al final del día, se trata de alumbrarnos todos en las noches.

En lugar de sentarnos a esperar porque otros nos salven de nuestras crisis, hemos querido pasar del problema a las soluciones asumiendo responsabilidades. Así ha sido la cultura de trabajo de Casa Pueblo. Hace más de un año hicimos una propuesta a los ingenieros Andrés Díaz, Pedro Resto y Gerson Beauchamp, del Departamento de Ingeniería Eléctrica del RUM. La asignación era diseñar un alumbrado público de alta eficiencia energética que pudiera manufacturarse en Puerto Rico para reemplazar la luminaria convencional. Lo lograron.

Empleando tecnología LED (light-emitting diode), los profesores, junto a estudiantes muy sagaces, diseñaron una luminaria tipo tarjeta que apenas consume 33 vatios. Relativo a las lámparas actuales, este alumbrado alternativo representaría un ahorro estimado de 83% en el consumo energético. Las tarjetas LED se crearon con otros criterios en mente incluyendo fácil instalación (meta de diseño de 10 minutos) y utilizando la infraestructura disponible sin requerir sustituir otras piezas. Además, la nueva luminaria debería manufacturarse en el País para crear empleos y riqueza. Tras varios prototipos, alcanzamos un nuevo peldaño cuando, recientemente, instalamos el primer poste LED nacional en Adjuntas.

Si reemplazáramos todo el alumbrado público, el subsidio podría reducirse de $112 a $19 millones al año. Es decir, un ahorro potencial de $93 millones. Además, la nueva luminaria tiene un tiempo de vida máximo de 50,000 horas o unos 20 años: cuatro veces la vida útil de la luminaria convencional. Por lo tanto, se anotan otros ahorros por concepto de reducción de mantenimiento. Finalmente, la nueva luminaria costará igual o menos que las bombillas tradicionales con un tiempo de retorno de inversión de 1.5 a 2 años. ¡Se pagan solas con el ahorro energético!

El profesor Resto, ingeniero industrial, elevó el diseño a un producto manufacturable que podemos fabricar aquí mismo en nuestro país. En la Fábrica Modelo del RUM pueden ensamblarse hasta 80 luminarias por hora. Es decir, no hay justificación para ir a China o a Canadá a comprar las bombillas.

El color que emiten son 100% más efectivos que las lámparas de descarga de sodio y la naturaleza direccional de la iluminación previene, por su parte, la contaminación lumínica. A diferencia de las fluorescentes, la tecnología LED no contiene mercurio, por lo que su disposición es ambientalmente segura.

Soluciones tenemos al alcance. El conocimiento y el emprendimiento están. Falta la voluntad política para impulsar el cambio. Y ahora, ¿qué pretexto pondrán los inmovilistas? No sé cuál será la motivación de estos últimos pero la nuestra en Casa Pueblo y la de los ingenieros y estudiantes de Mayagüez es trabajar para el cambio ahora.