miércoles, 13 de julio de 2011

Notas históricas - Abolición de la esclavitud en Puerto Rico - Discurso de Emilio Castelar, presidente de la primera república española

(Fragmento del discurso (1870) de Emilio Castelar ultimo presidente de la primera republica,  ante el parlamento espanol, defendiendo la abolicion de la esclavitud  para Puerto Rico y donde hace referencia a la postura que tomaron los comisionados de Puerto Rico que fueron a las cortes espanolas a pedir la abolicion inmediata de la esclavitud para Puerto Rico)
 
 
¿Cuántos esclavos y cuántos libres hay en Puerto Rico? Por nuestro censo, 40.000 esclavos y 350.000 libres. ¿Qué teméis? ¿Una insurrección de negros? Pues podéis descartar las mujeres, los niños, los impedidos y los esclavos domésticos, que suelen ser dulces en nuestras islas de Cuba y de Puerto Rico. ¿Cuántos esclavos, después de todo, temibles os quedan en Puerto Rico? Os quedan 10.000, los 10.000 que cultivan el campo. ¿Y cuántos blancos, o al menos cuántos libres, hay trabajando junto a los esclavos? Hay, señores diputados, 70.000 hombres libres que han tornado y pagado su cartilla de jornaleros. ¿Qué recelo, pues, podéis tener cuando en Cuba el trabajo libre es igual por lo menos al trabajo esclavo, y en Puerto Rico el trabajo libre supera en mucho al trabajo esclavo?
 
Además ha demostrado la estadística que a medida que ha desaparecido la esclavitud en Puerto Rico ha aumentado la riqueza. ¿Cuánto era el comercio de la isla de Puerto Rico en 1834? Era la de siete millones de pesos fuertes. ¿Y cuánto era el comercio de Puerto Rico en 1860? Era de trece millones de pesos fuertes. La esclavitud había disminuido, la riqueza se había aumentado; luego la riqueza va en proporción inversa de la esclavitud.
 
Además, en Puerto Rico la propiedad se halla muy dividida; en Puerto Rico no hay grandes propietarios; en Puerto Rico existen frutos que se llaman mayores y menores, cuestión que ha dilucidado un publicista distinguidísimo, perteneciente a la fracción democrática, cuya ausencia de estos bancos yo he lamentado muchas veces: el señor don Rafael María de Labra. Los frutos mayores, que exigen mayor trabajo, constituyen la décima parte de la riqueza.
 
Pues bien, señores, indudablemente por estos datos se deduce que no hay peligro, ni político, ni social, en la abolición inmediata, simultánea, de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico.
 
¡Y la situación moral de Cuba y de Puerto Rico es verdaderamente horrible! La situación moral de Cuba y de Puerto Rico necesita un remedio radicalísimo. Y no hay otro remedio más que la abolición inmediata y simultánea de la servidumbre.
 
La abolición inmediata y simultánea la pidieron los comisionados de Puerto Rico elegidos en tiempos reaccionarios, bajo la administración de Narváez.
 
 Los comisionados de Puerto Rico dieron un dictamen que será su honra, su gloria, dictamen que en el porvenir será colocado junto a la declaración de los derechos del hombre, en el 4 de agosto de 1789.
 
 Todos eran propietarios, y todos pedían la abolición inmediata y simultánea con organización del trabajo o sin organización del trabajo, con indemnización o sin indemnización. Yo me lamento de que, después de la Revolución de Septiembre, ninguno de aquellos varones se haya sentado en estos bancos.
 
 Yo no sé por qué no habrán venido aquí todos ellos, cuando tantos títulos tenían a la consideración de Puerto Rico y a la consideración de la Patria.
 
Vinieron, decía, los comisionados de Puerto Rico, y presentaron un luminoso informe, en el cual no sabemos qué admirar más, si la copia de noticias o la abnegación sublime con que, siendo en su mayoría propietarios de esclavos, demandaban la abolición simultánea, inmediata, con plazo o sin plazo, con indemnización o sin indemnización. Allí recordaban que la esclavitud había sido la obra del derecho civil y que su ruina debía provenir del derecho público. Efectivamente; así que el espíritu universal, humano, de los estoicos penetró en el derecho antiguo, la esclavitud comenzó a vacilar sobre su base de crímenes. El derecho civil establece las relaciones particulares, y el derecho público las universales. No puede el interés privado sobreponerse al derecho humano.
 
Allí demostraban que no debía atribuirse exclusivamente a España la introducción de la esclavitud en América. Efectivamente, aquellos extranjeros que vinieron aquí con Carlos V a traernos el absolutismo cesáreo, fueron a Puerto Rico y Cuba a llevar la negra servidumbre. La codicia del oro, la ausencia del trabajo libre y el sistema prohibitivo acabaron de perpetrar y eternizar el crimen. Hoy no tiene más fundamento ese crimen que el miedo a la ruina económica de la isla. Pero ni siquiera ese miedo puede aducirse válidamente en Puerto Rico. La raza esclava ha decrecido y la libre se ha aumentado. Esta disminución del trabajo servil ha aumentado la prosperidad de la isla. Ante esta consideración caen hasta los argumentos de los utilitarios. Ante esta reflexión, comprobada por innumerables datos, no hay excusa. La necesidad obligaría al negro a trabajar, como obliga al blanco. ¿Puede, pues, correr peligro la riqueza? No. Aunque se resintiera un poco la producción del azúcar, el azúcar no es ni la sexta parte de la producción total de la isla. Y después de todas estas reflexiones pedían la abolición inmediata y simultánea de la esclavitud. Permitidme, señores diputados, consagrarles a aquellos ilustres varones un elogio, al cual se asociará sin excepción en sus elevados sentimientos toda la Cámara. Desde la renuncia de los señores feudales a sus privilegios en la Constituyente francesa no se ha vuelto a ver abnegación tan sublime. El patriciado colonial no ofrece en ninguna parte ese ejemplo, ese gran ejemplo.
 
Yo deploro que esos comisionados no hayan venido aquí; yo lo deploro desde lo más profundo de mi alma. No describirían ellos como un idilio la esclavitud; no darían por gran reforma el vientre libre, y por un heroísmo digno de la epopeya la renuncia al fruto de ese vientre; no se burlarían ellos de la filantropía inglesa, que ha consagrado escuadras a la abolición de la trata y miles de millones a la abolición de la esclavitud; y no nos pedirían ellos a nosotros que para dar prueba de caridad, fuéramos a reemplazar a sus siervos y a sufrir sus latigazos en el ingenio, cuando nosotros podemos libertarlos a todos con nuestra palabra y nuestros votos.
 
Pero yo quisiera que algunos de los que defienden la abolición gradual me dijeran en qué punto del mundo la abolición ha podido ser gradual. Se ha intentado muchas veces; pero han tenido que convertirla en inmediata. Y vamos a la prueba, porque en los partidos conservadores y doctrinarios no hay argumentos tan fuertes como los argumentos de experiencia, los argumentos históricos.

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